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sábado, 18 de diciembre de 2010

Tercer sábado



























La utilidad de los rumiantespor Mamerto Menapace, publicado en La sal de la tierra, Editorial Patria Grande.
Una vez, no hace tanto ni muy lejos, había un pueblito solitario y perdido entre las ciudades de los hombres. Era un pueblito chiquito y sin importancia. No tenía emisora ni diario, y por eso todo pensaban que esa gente del pueblito no tenía nada que decir. En ese pueblito de campo todos hablaban bajito porque se habían acostumbrado a escuchar. De vez en cuando, sí, cantaban, chiflaba o tarareaban; y tenían los ojos grandes, acostumbrados a mirar.
Era un pueblito con niños desnutridos, de barriguita abultada y bracitos de mamboretá.
Un grupo de científicos vino una vez a visitar el pueblito. Vinieron derrochando palabras y sonrisas, y hablaron en términos exactos e incomprensibles. Llenaron planillas con nombres y preguntas, tubitos de vidrio con muestras de sangre. Lal verdad es que la gente del pueblito se sintió humillada y guardó silencio. Los científicos los conceptuaron como gente apocada y taciturna. Diagnosticaron descalcificación y avitaminosis. Mientras que los niños del pueblo hasta ahora sólo se habían dado cuenta de que tenían hambre. Los científicos elevaron un informe al ministerio. Si llegó hasta aquella orilla, no sé: porque era de papel.
Pero el Señor Dios amaba a ese pueblito. Y quiso ayudarlo. Por eso un buen día el Señor Dios mandó a ese pueblito tres cabritos y una vaca. Cuatro animalitos de ojos mansos y un balido adentro. Nada traían para el pueblito; simplemente venían a quedarse. Una había nacido en una estancia, las demás en otras partes.
Al principio despertaron la curiosidad. Al pasar por las calles del pueblito la gente las miraba. Como no venían a traer ni a buscar nada, pronto fueron admitidas en la vida del pueblito. Las vieron mansas e indefensas y comenzaron a protegerlas; hasta comenzaron a hablarles porque las vieron calladas.
Para alimentarse les bastó con los yuyos y pastos que crecían en el lugar, y que ellas mismas salían a buscarse. Y la gente se alegró de verlas comer y alimentarse de lo mismo que había entre ellos. Y por eso, no sólo no las espantaron del lugar sino que hasta llegaron a construirles un corral. Un corral para sus noches; porque de día les gustaba verlas por las calles, entrar en sus patios, participar en su misma geografía familiar. Hasta se hicieron amigas de sus perros, que ya no las toreaban al verlas llegar. Y ustedes saben que en el campo, solamente a las visitas amigas los perros no les ladran.
Y fue así cómo, con el tiempo, el pueblito se dio cuenta del regalo que Dios les había hecho con ellas. En cada madrugada empezaron a contar con su vaso de leche para sus niños chicos, para sus ancianos enfermos, para sus madres que amamantaban.
Vaso de leche que no era una realidad traída de afuera. Pero que sin embargo hasta ahora nunca habían tenido. Eran sus propios pastos, su trébol familiar asumido y rumiado lento en sus horas de silencio y soledad, con sus ojazos vueltos hacia el cielo. Y los hombres del pueblito se dieron cuenta de la importancia de esos tiempos de rumia y de silencio que pasaban sus animalitos. Y como por instinto comenzaron a respetar esos momentos.
Cuando a eso de la oración, por las tardes, al caer el sol todos volvían del trabajo y las veían reunirse en su corral y quedarse quietas con los ojazos mirando el cielo, se dieron cuenta de la importancia de ese tiempo para ellos. Y respetaron su soledad y su silencio. De esa rumia del atardecer dependía que la leche fuera tan sabrosa en la madrugada. Eso no hubo necesidad de explicárselo a la gente del pueblito; se dieron cuenta solos, porque eran gente con los ojos acostumbrados a ver.
No sé si a ustedes les pasará lo mismo. Pero a mí a veces me da pena ver a tantos animales con capacidad de rumia, uncidos noche y día a los arados, con tiempo apenas para comer. Y me pregunto si no será esa la causa de que en nuestro pueblo se sufra de descalificación.
 Extracto de la “Guía de Trabajo Pastoral por Marcelo A. Murúa”
Rumiando el relato
  • ¿Cuál es la historia que presenta el cuento? ¿Dónde sucede? ¿Cómo se describe al pueblo y a sus habitantes?
  • Elige alguna frase del primer párrafo (en la que se presentan al pueblo y a su gente) ¿Por qué elegiste esa característica?
  • ¿Quiénes llegan un día al pueblo? ¿Cuál es su actitud? ¿Cómo tratan a la gente? ¿Tiene consecuencias su visita? ¿Cómo reacciona el pueblo? ¿Por qué?
  • El buen Dios les brinda unos animales… ¿Cómo es el proceso de la gente con relación a esos animales? ¿Por qué de a poco van cambiando de actitud? Señalar las actitudes positivas que van desarrollando todos los habitantes del pueblo (¡ hasta los perros!!)
  • El cambio de actitud con los animales, ¿qué produjo como beneficio?
  • ¿Cambió en algo la vida de la gente del pueblo? Comparar con visita de los científicos?
  • Elegir una frase del texto que más te haya llegado/impactado
Descubriendo el mensaje
¿Cómo se origina la leche, que como don de los animales será alimento para las personas del pueblo?
En el anteúltimo párrafo se cuenta cómo las personas del pueblo aprendieron a respetar los tiempos de rumia de los animales. Observar cómo se caracterizan esos tiempos.
Pensando en tu vida… ¿encuentras en tu rutina cotidiana estos espacios de silencio, soledad y reflexión?
¿La oración es un espacio de "rumia" de la Palabra de Dios? ¿Un tiempo para elaborar su voluntad y su proyecto a partir de los ingredientes de tu vida (situaciones y circunstancias que te toca vivir)?
¿Por qué crees que es difícil encontrarnos estos espacios? ¿Cómo podrías generar rutinas de rumia en tu vida?
Es interesante observar que el autor destaca que el tiempo de rumia es fecundo para los demás… el centro está puesto en cómo servir mejor al otro…y una buena leche puede comenzar a solucionar los problemas de descalcificación.
¿Qué puedes aportar de bueno a los otros… si comienzas a "rumiar" tu vida para elaborar tus dones y ofrecerlos a los demás?
Jesús "rumiaba" mucho. Puedes recorrer los evangelios y descubrir qué en varias ocasiones los discípulos se sorprenden al descubrir que se había ido a orar solo al cerro, de noche o madrugada. Tiempo de rumia…búsqueda de la voluntad del Padre.
¿Qué aprendes del cuento para tu vida? ¿Cómo puedes aplicar el mensaje del cuento?
Compromiso para la vida
Sintetizar en una frase el mensaje del cuento para nuestra vida.
Rumiar la vida desde la Palabra
Señor de la Vida, ayúdanos a aprender
el ejemplo sencillo de los animales que rumian.
Ellos dedican un tiempo para elaborar y re-elaborar
lo que han comido para hacer de ello alimento para los otros.
Nosotros también podemos convertirnos en personas de rumia.
Si descubrimos el valor del silencio y la reflexión
de las cosas que vivimos, de lo que nos pasa a cada uno
y de lo que pasa a nuestro alrededor, la realidad, la historia,¡ la vida de todos !
Danos tesón, paciencia y firmeza para encontrarnos tiempos de rumia.
Enséñanos a ver la vida a la luz de tu Palabra.
Ayúdanos a encontrarnos momentos de soledad y silencio,
matrices de cambio y conversión.
Señor de la Vida haz que recobremos el sabor del encuentro profundo,
con nosotros mismos, con los demás,contigo mismo…
para rumiar la vida y salir fortalecidos
para entregar lo mejor de nosotros para el bien de todos.
- Que así sea -

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