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lunes, 29 de noviembre de 2010

Primer lunes
















EL ADVIENTO, TIEMPO DE PROVOCACIÓN

El año litúrgico es camino y ciclo vital que nos estimula a revivir el acontecimiento de la salvación.
Todo creyente, se siente impulsado a renovarse en el “amor primero”.
El amor del Padre se manifiesta en Jesucristo.
Adviento es tiempo para recuperar caminos y para otear (vislumbrar), con corazón renovado, los signos de la presencia del Señor. Es tiempo de conversión a la esperanza. Es tiempo para entrañar la Palabra y avivar el fuego de la contemplación.

1. VOLVER A LOS CAMINOS PARA SALIR AL ENCUENTRO.

Es tiempo de renovación. Posiblemente el cansancio, la rutina y la comodidad tienden a instalarnos en las tareas de cada día.
Hemos de volver a los caminos del Reino. Necesitamos salir, caminar y desplegar la tienda, como Abraham para vivir con novedad la llamada del Señor como peregrinos de su experiencia y de su alianza.
Necesitamos liberarnos de toda parálisis. Salir de la resignación, de la mediocridad. Salir de la rutina y del desamor.
El Señor viene y nos invita a ir a su encuentro por los caminos del reino. Los caminos del Reino son caminos de fe, de interioridad, de libertad, de solidaridad samaritana, de autenticidad.
Estos caminos de salida y de encuentro pasan por el monte de la oración; los ríos de la comunicación; las calles del encuentro con los hermanos; las tiendas del pan y del amor compartidos.
Solo el que sale y peregrina se hace presente de forma significativa y fecunda.

El Adviento es tiempo de provocación. El Señor viene y nos provoca a sacrificar formas de vida cómoda; falsas seguridades; individualismos; temores y desconfianza en los hermanos; altanerías subjetivistas deformadas por el egoísmo; búsqueda de propiedades, de dominio, de autoridad impuesta e inmoral.

a) REVIVIR EL AMOR PRIMERO.

Cada uno de nosotros con el correr de los años, experimentamos nuestro misterio personal. Experimentamos nuestra vida como un tejido de aciertos y desaciertos, de utopías y limitaciones.
El Señor nos llamó a vivir un proyecto de vida que nos proyecta más allá de nosotros mismos. En medio de la historia hemos sido plantados como “signo del amor de Dios” para todos los demás.
Para eso fuimos convocados por el Padre: para crecer como signo de su amor.

Yo te elegí como amigo. Yo te traje de los confines de la tierra y te llamé de las regiones más lejanas, diciéndote:
Tú eres mi servidor; Yo te elegí y no te rechacé. No temas, pues estoy contigo.
No mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios y Yo te doy fuerzas; Yo soy tu auxilio” (Is 41, 8-11).

Es tiempo de volver a retomar palabras, lugares, retiros, rupturas, servicios, sinceridades y reconciliaciones que nos hagan revivir el amor primero. ES TIEMPO DE CONVERSIÓN AMOROSA ANTE EL ENCUENTRO.

b) ADVIENTO UN TIEMPO DE PROFECÍA.

Abrimos nuestro corazón a la profecía del Señor que viene:

me ubicaré en mi torre de vigía y me pondré en pie sobre la almena y
otearé para ver lo que él me dice y lo que contesta a mis preguntas” (Hab 2, 1).

El bautizado es un profeta. Nosotros mismos somos llamados a ser “adviento del Señor”, para los otros.
Necesitamos vivir la vocación con audacia, con alegría.
La profecía ha de manifestarse en la encarnación. La venida del Señor a cuyo encuentro salimos, se realiza en “la carne y en la historia”. Allí somos citados para la profecía y el encuentro como lo fueron los pastores.
La disponibilidad para salir a los caminos de los más necesitados, de los más complicados, de los más postergados, de los más pobres es hoy el seno fecundo donde se realiza la encarnación de la Palabra. Será preciso renunciar a los proyectos propios.
Belén es la cita de la encarnación que es el cumplimiento de la promesa: desde la pobreza a la paz; desde la pequeñez a la libertad; desde la noche a la luz; desde la carne a la Palabra.

2. TIEMPO DEL ESPÍRITU.

El Adviento es tiempo de convergencia. Dios y el hombre convergen en María. Este movimiento de convergencia es fruto del Espíritu Santo.
En este tiempo es preciso reservar tiempo y lugar para la apertura del Espíritu. Es tiempo de otear y contemplar; queremos hacer de nuestro corazón espacio para su Palabra.
Hay que orientarse hacia el Señor que viene. Para ello el Espíritu nos estimula a:
  • Afianzar la voluntad en la opción fundamental.
  • Ejercitarse en el amor.
  • Contemplar en los caminos.
El Espíritu nos conduce a través de los Testimonios que nos ofrecen los protagonistas del Adviento, los que salieron a su encuentro con el corazón abierto y entregado.
Necesitamos asumir su testimonio para poder, como ellos, revivir el encuentro.

  1. LA EXPECTATIVA. Nadie sale a un camino si no presiente y busca un encuentro. El que se escandaliza de Jesús, es sin duda porque vive sin expectativas y valora más la ley que la liberación.
  2. CAMINOS LLANOS. Los caminos torcidos no favorecen el encuentro. Juan es el profeta de los caminos llanos. Los caminos del adviento se allanan convirtiendo el corazón a través de la justicia y de la solidaridad, bautizándonos en el agua de la sinceridad y siendo palabra en el “desierto”.
  3. FIDELIDAD EN LA PRUEBA. Adviento es tiempo de esperanza. A pesar de las dificultades del camino, cuando la duda se nos impone y se desvanecen nuestras expectativas, es la hora de la fidelidad. NUESTRA FIDELIDAD SE FUNDAMENTA EN LA FIDELIDAD DEL SEÑOR: “Él siempre es fiel” (I Tim 2, 13). Por eso caminamos aun cuando la estrella no se vea y nos sintamos tentados de huir de compromisos más arriesgados. Es preciso asumir la prueba como tiempo de discernimiento en la fe. Será preciso caminar por los caminos del Espíritu y aceptar su lógica y su proyecto.
  4. DISPONIBILIDAD ENTRAÑABLE. El Señor se cruza en nuestro camino. Caminamos hacia Él, pero Él ya es peregrino con nosotros. Asume nuestra historia (nuestra carne) y la fecunda con su palabra. Como en Nazaret, como en Emaús, como en tantos encuentros que fueron adviento de salvación para nosotros... María es testigo y protagonista del adviento: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lucas 1, 38). No lo que ella hizo, sino lo que el Señor quiso hacer con ella. Embarazada de la Palabra recorre los caminos anunciando al Señor que lleva en sí.



Reflexionamos
1. Adviento: tiempo de provocación ¿A qué me provoca el Señor en este adviento?... Mi vida ¿es provocación para qué, para quién?...

2. ¿Qué palabras, lugares, acompañamientos, retiros, rupturas, servicios, sinceridades y reconciliaciones me ayudan a revivir el amor primero?...

3. Como “profetas” somos llamados a ser “adviento del Señor”, para los otros. ¿Cómo viví esta dimensión profética?

4. El Adviento es tiempo de otear y contemplar; de hacer de nuestro corazón lugar para su Palabra. ¿Cómo vivo la “encarnación” de la Palabra?... ¿Cómo ayudo a que otros la encarnen?

5. ¿Hubo en nuestros grupos espacios de contemplación, de allanar caminos (conversión), de discernimiento en la fe, de “llevar al compromiso”, de fiesta y celebración?

6. Después de reflexionar este texto ¿te animas a escribirle algo a ese Jesús que se acerca? ¿Qué le dirías? Escríbelo para después compartir en la oración.
gf